Desde el ángulo de las matemáticas, que es una ciencia formal que parte de axiomas y sigue razonamientos lógicos, estudia las propiedades y las relaciones entre entidades abstractas; entendemos por asociatividad la “propiedad de una ley de composición, según la cual pueden asociarse varios factores de un sistema ordenado y sustituirlos por el resultado de la operación parcial efectuada con ellos, sin modificar el resultado final”.
Eso significa que la suma del esfuerzo de tres personas (A, B, C) da cien, por colocar un valor, y la suma de dos de ellas da sesenta y la tercera es cuarenta, da lo mismo sumar A + B de un lado y luego agregarle C, que hacer una suma lineal de A + B + C, que siempre dará cien.
Eso es así en las matemáticas, que es una ciencia con altísimo grado de certidumbre, no es igual en la asociatividad social, entre seres humanos, donde las cosas son distintas.
En sociología organizacional, la asociación es la unión libre de personas, grupos u organizaciones con fines propios, en el que las unidades agrupadas como miembros aportan su contribución en la realización de los objetivos comunes. De acuerdo a la definición antes señalada, son asociaciones las cooperativas, sindicatos, gremios, grupos de interés como las asociaciones productivas, entre otras.
Un punto nodal de lo explicado en el párrafo anterior, es la condición de “unión libre” que, sin entrar en profundidades sobre el alcance de esta afirmación, establece una gran diferencia entre las organizaciones en los países con regímenes autoritarios de partido único y los democráticos donde impera la pluralidad, aunque se encuentre en muchos casos condicionada.
Desde que el ser humano entendió que era importante asumir una conducta gregaria para sobrevivir, la asociatividad ha sido el hilo conductor de la historia de la humanidad. Alli se conjugan muchos conceptos, como el de cooperación, empoderamiento, equidad, entre otros, los que son esenciales en nuestra sociedad para lograr que se organicen los ciudadanos en entidades exitosas.
De allí que los poderes legislativos de los Estados, regulan la asociatividad, en algunos casos promoviéndolas como elemento social de desarrollo, pero en otros, con el fin de castrarlas e impedir su progreso como centros de incentivos a la iniciativa individual y colectiva.
En próximos artículos, iremos trabajando el tema, en función del interés colectivo.
El autor es Isidro Toro Pampols.·. MSc en Management, consultor organizacional, asesor del Idecoop, directivo de Construyendo Asociatividad. Reside en Santo Domingo.